Reconocimiento y Reconciliación

Reconocimiento

 En primer lugar te invitamos a reconocer a tu hijo. No es una cosa del pasado ni una página que haya que pasar sino alguien real que existe y que como todo ser humano necesita ser amado y reconocido. También tiene un destino y una misión pensada por Dios para la eternidad.

Dios nos ha creado y nos ha pensado para ser amados, para tener una historia y unos vínculos de amor humanos, unos vínculos reales.

Los niños no nacidos están vinculados biológicamente a la madre a través de las células que permanecen en el cuerpo de la madre por el vínculo que ha creado con ellas en sus células. Y podríamos decir que también hay un vínculo generado entre sus almas.

Por tanto estos niños reclaman el ser reconocidos y amados por sus madres, sus padres y su familia. Piden el amor que configura nuestro existir. Es por ello que, aunque algunos piensan que el alma va al cielo directamente, dejan de lado el hecho de que Dios ha querido vincular la existencia a una historia y a una familia como Él mismo ha hecho en la Encarnación. No tenemos certeza absoluta de la situación de estos niños no nacidos y por ello la Iglesia nos invita a confiarlos a la misericordia de Dios. Por experiencia de algunos casos se podría decir que muchos niños parecen estar “en vías” de ir al Cielo pero encontrándose aún en una oscuridad que necesita ser iluminada pues lo único que conoce su alma es el vínculo de la madre y la tristeza de su pérdida. Algunos testimonios lo describen como si estuvieran encerrados en un lugar oscuro esperando la luz. Más aún si han sufrido la herida de una violencia o un olvido. Otros relacionan también esa oscuridad del no nacido con la tristeza o angustia que muchas madres sienten en el síndrome postaborto.

¿Qué puedo hacer para reconocer? Se trata de seguir transmitiendo el amor de la madre al hijo a través del corazón e ir tejiendo la identidad.

Reconciliación

En algunos casos, puede existir un dolor en el no nacido provocado por haberlos olvidado o no haber conocido su existencia (aborto natural desconocido, DIU…) o por haber ejercido sobre ellos alguna violencia (aborto voluntario). En estos casos es necesario también hacer un itinerario de perdón y sanación.

El alma de los niños es muy pura y no tiene una memoria o rencor muy elaborada por lo que son capaces de perdonar muy rápidamente. Basta un gesto de amor hacia ellos, como cualquier niño.

Es necesario pasar por la experiencia del perdón del no nacido, no solo como una experiencia psicológica o terapéutica sino real. Cuando se reconoce la existencia de ese no nacido y se conoce el deseo de Dios de continuar su vida en el cielo, se abre un horizonte de esperanza para el niño y para la madre. Recibir el perdón de Dios y del niño se hace necesario para continuar tejiendo la identidad y el vínculo del no nacido. Esto se realiza a través del perdón hacia el niño que recibe como un reconocimiento el perdón por parte de su madre, pero también mediante la confesión por el sacramento de la reconciliación por el que la madre recibe la gracia del perdón de forma sacramental.

¿Qué puedo hacer por tanto para reconciliarme? Pedir perdón, confesarme y realizar algún acto penitencial. En este sentido una peregrinación (la peregrinación por la vida por ejemplo) puede ser un camino precioso de reconciliación.